Explorando las raíces y la identidad en la educación local

En un mundo globalizado, es esencial reconectar con nuestras raíces. Las escuelas en Popayán enseñan más que materias; transmiten historias, tradiciones y saberes ancestrales, creando un vínculo profundo con el territorio y fomentando una educación que honra la identidad cultural y el legado de nuestros ancestros.

5/8/20242 min read

En un mundo cada vez más globalizado y acelerado, donde los vínculos con el territorio y la identidad parecen diluirse frente al empuje de las dinámicas modernas, surgen apuestas pedagógicas profundamente enraizadas en las realidades locales. Esta propuesta invita a mirar hacia dentro, hacia lo propio, hacia la raíz

En las montañas verdes que rodean Popayán, donde los caminos de tierra aún huelen a historia y las voces de los abuelos se entrelazan con los cantos de los pájaros, hay escuelas que no solo enseñan matemáticas o ciencias. Hay escuelas invisibles, hechas de relatos, de plantas que curan, de oficios heredados, de caminos que guían y de miradas que cuidan. Allí, en medio de estas comunidades rurales, nació un proyecto que no busca imponer fórmulas educativas desde fuera, sino reconstruir la vida misma desde el adentro: “Raíces y Territorio: hacia una pedagogía del arraigo”.

Este proyecto se erige como una propuesta educativa y política de alto impacto, orientada a fortalecer los lazos comunitarios y culturales a través de la construcción colectiva de los ejes de pensamiento de la pedagogía del arraigo. Lejos de tratarse de un ejercicio académico convencional, esta iniciativa se sumerge en la vida cotidiana de las comunidades campesinas, mestizas e indígenas del territorio, reconociendo sus saberes ancestrales, tradiciones culturales y memorias compartidas como fuentes legítimas de conocimiento, resistencia y transformación.

La propuesta se escribe en pizarras, se camina. No se mide en calificaciones, se siente. Y no lo dirige una sola persona, lo construyen muchas: estudiantes, docentes, líderes comunitarios, sabedores y sabedoras, madres, abuelos, niños. Todos ellos, con sus vivencias, con sus duelos y alegrías, con su amor por la tierra, se han unido para repensar la educación desde lo que realmente importa: "el lugar donde se nace, se crece y se sueña".

Inspirados en pensadores como Paulo Freire (1970), quien nos recuerda que , “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo", bajo esa premisa este proceso no apunta a mejorar las condiciones escolares, sino a transformar subjetividades, fortalecer el sentido de pertenencia y reconstruir el tejido social a través de procesos de diálogo crítico y participación activa. Pretendiendo ser semilla, una semilla que, al germinar, fortalezca los vínculos entre el territorio, la escuela y la identidad.